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La fiesta de la microbiota

Mi experiencia personal con el SIBO

diciembre 11, 2024

Nadie te entiende, tú buscas respuestas, pides auxilio con un continuo grito mudo. Así comenzó mi experiencia personal con el SIBO, un diagnóstico que llegó tarde, pero que marcó un antes y un después en mi vida. Esta es mi experiencia personal, contada con la esperanza de que pueda inspirarte, informarte y, sobre todo, ayudarte a entender que no estás solo.

Lo que parecía un simple malestar se convirtió en una cadena de síntomas que, poco a poco, me arrebataron la energía, la confianza y la salud. Mi historia con el SIBO está llena de obstáculos, errores y, afortunadamente, aprendizajes.

Mi experiencia personal de vivir con sibo
Vivir con Sibo

Este artículo lo he escrito intentando ser un poco menos formal que los otros que podéis encontrar en esta web, que suelen ser más informativos y educativos. Quería compartir mi experiencia personal con el sibo desde el corazón, porque sé que muchos de vosotros os podéis sentir identificados con lo que he pasado.

Mi intención es contar mi historia con toda la crudeza y las emociones que he vivido, desde las visitas médicas frustrantes hasta las veces en las que pensé que no había solución. Hablar de cómo, con 38 kilos, tuve que pelear para que alguien me escuchara; de cómo me sentí ignorada en muchas ocasiones y de cómo descubrí que el conocimiento y la perseverancia pueden ser la mejor herramienta para enfrentarse a una situación como esta.

He intentado explicar todo esto de una manera más cercana, más «de tú a tú», sin perder de vista la importancia de transmitir lo que aprendí en este camino tan difícil. Espero que, aunque el tono de este artículo sea un poco más informal, podáis captar todo lo que quiero compartir y que os sirva de ayuda.

Porque mi objetivo principal es que nadie pase por lo que yo pasé sin herramientas ni información. Aquí quiero que encontréis no solo conocimiento, sino también una pequeña dosis de esperanza.

Indice

    Mi vida antes del diagnóstico de SIBO

    El principio de todo: Helicobacter pylori, un enemigo invisible

    Todo comenzó hace unos tres años, Mi cuerpo empezó a enviar señales hace años. No toleraba alimentos, vomitaba constantemente y mi peso se desplomaba. Perdí tanto peso que la báscula marcaba números que daban miedo. Pero cada vez que buscaba ayuda, la respuesta era la misma: “Es ansiedad”.

    La frustración me llevó a investigar por mi cuenta. Fue entonces cuando descubrí que tenía Helicobacter pylori. Al no encontrar respaldo médico, decidí tratarme sola. Fue un tratamiento agresivo que, aunque eliminó la bacteria, dejó mi cuerpo devastado. Mi mucosa gástrica quedó dañada y mi microbiota, prácticamente inexistente.

    Fue un alivio encontrar un posible culpable, pero aunque logré eliminar la bacteria, los síntomas cambiaron, y con ellos surgieron nuevos desafíos.

    El peor momento: cuando todo parecía perdido

    Pensé que al eliminar la Helicobacter pylori mis problemas terminarían. Qué equivocada estaba. Poco después, empecé a experimentar síntomas completamente nuevos:

    • Acidez constante: Una sensación abrasiva que me quemaba desde el estómago hasta la garganta.
    • Inflamación intestinal: Mi abdomen parecía un globo a punto de estallar.
    • Estreñimiento extremo: Llegué a estar casi dos meses sin poder ir al baño.
    • Intolerancias alimentarias: Alimentos que antes toleraba, como un simple yogur o una tortilla francesa, ahora me causaban reacciones insoportables.

    Llegué a pesar 38 kilos y, aunque mi familia insistía en que buscara ayuda médica, me sentía tan abandonada por el sistema que no quería saber nada de médicos. Pero llegó un momento en el que mi cuerpo no podía más, y terminé en urgencias.

    Urgencias: otro golpe a mi confianza

    A pesar de mi delgadez extrema y mis síntomas evidentes, no me tomaron en serio. Me hicieron análisis de sangre que salieron “normales” y me diagnosticaron un trastorno alimenticio. Me mandaron a casa con omeprazol y un medicamento para el tránsito intestinal.

    La situación se repitió varias veces. Cada visita era un calvario emocional. No solo estaba luchando contra mi cuerpo, sino también contra la incredulidad de quienes debían ayudarme. Mi estado físico empeoraba y mi salud mental comenzaba a deteriorarse.

    Un internista que cambió el juego, o eso creí

    Tras varias visitas fallidas a urgencias, un internista decidió ingresarme, internista que vino a verme tras la insistencia de mi madre, dicho internista al veme no lo dudo ni un segundo. Finalmente sentí que alguien me tomaba en serio. Pero mi alivio duró poco. En los días siguientes, me diagnosticaron COVID-19 y fui trasladada a una planta de aislamiento.

    La experiencia en esa planta fue devastadora. Estaba sola, débil, sin fuerzas para levantarme de la cama. El aislamiento no era solo físico, era emocional. No podía ver a mi familia y el personal médico tardaba horas en atender cualquier llamada.

    No solo estaba enfrentando los devastadores días en la planta de aislamiento, sino que el juego de las pruebas médicas se convirtió en un auténtico calvario emocional y físico. En un momento de aparente avance, me solicitaron una colonoscopia. Aquello significaba enfrentar una preparación previa que, en mi estado tan frágil, era especialmente delicada. Tuve que someterme al protocolo habitual para vaciar completamente el sistema digestivo, lo que me dejó todavía más débil y agotada.

    Sin embargo, tras pasar por ese esfuerzo monumental, la médica de digestivo rechazó realizar la prueba. Sí, tras todo lo que implicó esa preparación, decidieron no hacerla. No puedo expresar con palabras la devastación y frustración que sentí en ese momento. Había puesto mi esperanza en esa prueba para obtener respuestas, y todo quedó en nada.

    A los pocos días, me trasladaron a la planta de digestivo porque ya había dado negativo en COVID. Allí, decidieron nuevamente solicitar la colonoscopia. Otra vez tuve que pasar por esa preparación tan exigente, que vaciaba por completo lo poco que me quedaba de fuerzas. No bastando con eso, también añadieron una gastroscopia. Mi cuerpo se debilitaba más con cada paso. Ya no solo estaba enfrentando mi enfermedad, sino que sentía que las pruebas estaban consumiendo lo poco que quedaba de mí.

    ¿Llego el descanso?

    Pues no, llegar a la planta de digestivo no significó que todo fuera color de rosa. Aunque al menos ya no estaba aislada, la experiencia siguió siendo un desafío constante. Uno de los episodios más frustrantes fue cómo, en dos ocasiones, la médica de digestivo decidió retirar el suero que me mantenía estable, a pesar de que mi cuerpo claramente no lo toleraba.

    Al poco tiempo de retirar el suero, mi tensión y mis niveles de azúcar caían en picado. Recuerdo cómo las enfermeras, alarmadas, tenían que actuar rápidamente para conectarme de nuevo un suero hipoglucémico y estabilizarme. Era un bucle desgastante y aterrador: sabía que en cuanto se retirara el suero, mi cuerpo no podría sostenerse. Pero, aun así, la médica insistía en repetir la misma acción, como si mi reacción no fuera suficiente evidencia de lo que realmente necesitaba.

    Buscando respuestas en medio de la incertidumbre

    Después de varias pruebas, los resultados seguían siendo inconcluyentes. Mi cuerpo estaba gritando por ayuda, pero los médicos insistían en que mis problemas eran psicológicos. Me mandaron a casa con batidos calóricos, pero sin un diagnóstico claro.

    Fue entonces cuando decidí tomar las riendas de mi salud. Me sumergí en una búsqueda obsesiva de información. Pasaba días y noches leyendo, investigando, buscando respuestas. Poco a poco, fui conectando los puntos hasta llegar al SIBO.

    Diagnóstico de SIBO.

    El diagnóstico final: entender al enemigo

    En mi búsqueda, encontré una clínica especializada que confirmó mis sospechas: tenía SIBO de metano, sulfuro de hidrógeno y, además, Giardia lamblia. Finalmente, los síntomas que tanto tiempo llevé cargando tenían un nombre y una explicación.

    El tratamiento comenzó con la Giardia, pero los antibióticos utilizados fueron una bomba para mi microbiota. Después vino el tratamiento para el SIBO, y poco después apareció mi vieja amiga: la candidiasis intestinal. Cada paso parecía una lucha contra viento y marea. A

    Especialista de SIBO

    Sin embargo, esta clínica tampoco logró dar con el enfoque completo que necesitaba. Aunque trataron la giardia con antibióticos, esos tratamientos fueron una auténtica bomba para mi cuerpo, dejando mi microbiota aún más deteriorada. La sensación de avanzar un paso y retroceder dos era constante, mientras seguía buscando un profesional que no solo tratara los síntomas, sino que entendiera la necesidad urgente de reequilibrar mi microbiota como la base de cualquier mejora real.

    En todo ese tiempo, no me quedé de brazos cruzados. Decidí que, si nadie podía darme respuestas completas, las buscaría yo misma. Empecé a estudiar, a formarme, a devorar información de los mejores especialistas no solo en mi país, sino también de referentes internacionales. Probablemente muchos de vosotros habréis oído hablar del Dr. Pimentel, una eminencia en este campo; pues bien, tomé su trabajo y el de otros grandes expertos como una guía.

    Hice cursos, seguí leyendo estudios, aprendí de profesionales que abordaban la salud intestinal de forma integral y, poco a poco, fui llenando las piezas del puzle. No fue un camino fácil ni rápido, pero esa búsqueda me llevó a un punto crucial: encontrar otros profesionales que, por fin, entendieran mi caso y me ofrecieran un enfoque que marcó un antes y un después en mi vida.

    Por fin, los profesionales adecuados

    Tras años de luchar sola, finalmente encontré a los profesionales indicados. Fueron empáticos, escucharon mi historia y diseñaron un plan de tratamiento personalizado. Por primera vez en mucho tiempo, sentí que no estaba sola en esta lucha.

    Gracias a su ayuda, mi cuerpo comenzó a dar pequeños pasos hacia la recuperación. No fue un cambio radical ni inmediato, pero fue un comienzo. Aprendí a cuidar mi microbiota, a escuchar las señales de mi cuerpo y a priorizar mi salud de manera integral.

    Con ellos, no solo sentí que mi salud empezaba a mejorar, sino también que todo ese conocimiento que había adquirido durante este largo proceso cobraba sentido. Por primera vez, no estaba luchando sola contra algo que parecía un enigma sin solución.

    Mi experiencia personal con el SIBO

    Vivir con SIBO en mi experiencia Personal

    La vida con SIBO no es fácil, pero tampoco es el fin del mundo. Por eso decidí contar mi historia personal con el sibo. Aprendí que la microbiota intestinal juega un papel crucial en nuestra salud y que tratar el SIBO no se trata solo de eliminar bacterias, sino de reconstruir lo que se ha perdido.

    Comencé a investigar tratamientos naturales, enfoques integrales y cómo la alimentación podía ser mi mejor aliada. Aquí fue donde descubrí que la dieta es clave, pero no la única solución. Es necesario un enfoque holístico que combine dieta, suplementación y manejo del estrés.

    Quiero que este artículo, y esta web en general, sean un espacio donde encuentres información respaldada, experiencias reales y recursos que te ayuden en tu camino.

    Quiero que sepas que, aunque el camino pueda ser duro, hay luz al final del túnel. La microbiota intestinal está en constante investigación, y cada día aprendemos algo nuevo que puede cambiar nuestra perspectiva y nuestro tratamiento. Puedes leer este artículo también y si tu también estas en busca de respuestas, sigue navegando por la web.

    Gracias a la experta en microbiota intestinal, Mayca carrillo fundadora de Aristea Salud. Hoy yo puedo contarte mi experciencia personal con el sibo. Ella a quién debo tanto, no puedo evitar mencionarla.

    Mi experiencia personal con el sibo

    Si mi experiencia puede ayudarte de alguna manera, ya habrá valido la pena compartirla. Este artículo es mi forma de decirte que no estás solo, que hay esperanza y que mereces sentirte bien. Gracias por leerme hasta aquí. Si este artículo te ha ayudado, compártelo. Juntos podemos crear una comunidad que entienda, apoye y motive. Porque leer todo ha tenido su mérito, te admiro por tu paciencia.

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